Jason Millard es un joven golfista estadounidense de 24 años que llevaba mucho tiempo buscando un guiño del destino, un golpe de suerte que por fin le cambiara la vida y le diera una oportunidad de estar con los mejores.Y llegó.
Jugó la previa del US Open en el Colonial Country Club de Memphis y se clasificó brillantemente con dos vueltas de 68 golpes.
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Jason Millard, un ejemplo. |
Sin embargo, cinco días después, con las maletas hechas y su viaje en coche hacia Pinehurst ya iniciado, decidió llamar a la USGA y autodescalificarse. Su conciencia le estaba ahogando. No estaba seguro de nada, sólo de que no podía vivir con ello.
Millard ha pasado a la historia. Su caso se estudiará, se revisará, se analizará y se pondrá de ejemplo cada vez que se hable de ética en el deporte. Los hechos ocurrieron en el hoyo 18 del recorrido Norte del Colonial, cuando le quedaban nueve hoyos para terminar. Su pelota cayó en un búnker de green y durante la preparación del golpe sintió que ocurría algo extraño. “No lo puedo decir con seguridad porque todo pasó muy rápido, pero me dio la sensación de que el palo podría haber tocado la arena justo antes de empezar el swing”, explica Millard.
Fue un momento duro, tenso y cruel. Miró su palo, el búnker, la bola, miró al cielo. Trataba de hallar una respuesta firme, pero no la había. Preguntó a su compañero, el experimentado Tommy Gainey, que le dijo que no había visto nada. También llamó a un árbitro, pero no salió de dudas. Es algo que debes decidir tú solo, eres el único que lo puedes saber, le indicó. “Ojalá hubiera habido una cámara de televisión allí para salir de dudas”, se lamentó el joven.
Millard se lo pensó mucho. Si su palo había tocado la arena debía ponerse una penalidad de dos golpes. Pero no estaba seguro, era imposible saberlo a ciencia cierta. Sólo fue una sensación de un segundo, una especie de fogonazo a medio camino entre la realidad y la ilusión. Finalmente, decidió seguir adelante sin penalidad, hizo 68 golpes y se metió en el US Open.
Tenía el billete a Pinehurst en el bolsillo y un horrible mar de dudas azotando su cabeza y destrozándole el estómago. “No podía pensar en otra cosa, cada minuto, cada segundo, era terrible. Me estaba comiendo por dentro. No podía decir que hubiera pasado y tampoco podía decir que no hubiera pasado”, explica. Qué debía hacer...
Ayer sábado, Millard hizo las maletas, cargó el coche, recogió a su caddie y emprendieron el camino hacia Carolina del Norte, destino Pinehurst. Sin embargo, a medio camino su conciencia ya no podía más. Se paró y llamó a la USGA. Se autodescalificó. “No estoy cien por cien seguro, pero pudo pasar. Ante la duda, prefiero no seguir con esto que me está comiendo por dentro”, contó a los árbitros.
La historia de Millard es aún más impactante si se conoce su vida. Hace justo un año murió su padre víctima de una leucemia galopante que se lo llevó en apenas un año. Se quedó entonces al cuidado de su madre, diagnosticada de esclerosis múltiple desde que él era un niño. Ya no puede andar y Millard vive con ella y se encarga e todo. Tiene atención médica y un enfermero, pero él hace la compra, paga las facturas y está al tanto de que no falte ninguna de las medicinas que necesita.
Todo esto le ha venido en un año clave en su carrera, recién graduado por la Universidad de Middle Tennessee State. Intentó la escuela del Web.com Tour, pero se quedó a un golpe de la tarjeta, con estatus condicionado que, de momento, no le ha permitido jugar ni un solo torneo. Ha disputado siete previas de lunes para jugar alguna semana, pero aún no ha conseguido pasar ninguna.
Millard necesitaba un guiño de la fortuna y parecía que por fin había llegado, hasta que cinco días después se hizo añicos. Se lo contó a su madre, castigada físicamente, pero a quien la cabeza le funciona aún como un reloj. “Me dijo que estaba muy orgullosa de mí y de mi decisión y que estaba segura de que el año conseguiría clasificarme. Estoy destrozado, pero no habría sido capaz de vivir con la duda”, señaló.
Su autodescalificación ha abierto las puertas del US Open al amateur Sam Love, que hizo 68 y 69 en la misma previa de Memphis. Se rompe un sueño, comienza otro.
(Gentileza ten-golf.es)
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