La alegría del reencuentro con su juego. |
Pasó bastante tiempo desde el último encuentro. La amistad nunca se perdió, sí eso de ponerse al tanto de las buenas y malas del destino. Andrés seguirá siendo el Romero de siempre. La cuenta bancaria, el éxito, un viejo amigo desaparecido y encontrado hace unos meses, no le nublarán la cabeza jamás, jura.
La semana de visita voló tan rápido como el viento. Su hija Sofía no está, salió con mamá y él ya la extraña. La va a echar de menos. "Cada vez me cuesta más alejarme de ella. Apenas tiene un año y tampoco la puedo hacer que lleve la misma vida que yo. Es imposible, por suerte la madre es una fiera, la cuida muchísimo", reconoce "Pigu", con los ojos espejados de lágrimas mientras termina de acomodar una valija que nunca se desempaca al 100%.
Esa es su vida, casi itinerante por el planeta del PGA Tour de Estados Unidos, y la acepta como tal. Difícil sería quejarse. "Soy un agradecido. No sé si soy feliz a la manera de Riquelme, pero puedo decirte que tengo todo lo que quiero: estoy bien con mi familia, tengo a mis amigos y volví a ser 'yo'", ríe sin prejuicios remarcando a ese yo perdido hace dos temporadas y recuperado casi de casualidad en Córdoba. Probando, diría.
Los capos de allá le reconocieron haberlo extrañado. Aquel golf mágico que lo catapultó al estrellato en 2008 renació, y por eso desde mañana volverá a jugar el primero de los cuatro torneos de la FedEx Cup, cuyo premio final al ganador general de la Orden de Mérito serán US$ 10 millones. El dinero a esta altura no interesa. "Para qué, si después lo va a gastar el novio de Sofía. Imaginate en unos años. Viene el tipo, me saca una bolsa de golf que yo atesoro y sale a jugar. ¡Me muero! Ja, ja, ja", reniega por adelantado "Pigu" antes de la despedida.
La charla va surcando distintos estados. La mayoría pisa la pista de la risa, de la buena onda; son pocos los momentos de seriedad, aunque sí muchos los de sinceridad. "Me encontré a mi mismo. Algunos colegas me dieron la bienvenida, me preguntaron dónde había estado, ja", desmenuza sensaciones de un tándem junio-julio-agosto brillante en lo laboral. Estuvo ahí de pelear títulos en Canadá, The Greembrier Classic y se reencontró con los Majors. "Me fui con un sabor medio agridulce del PGA Championship, me hubiese gustado terminar más arriba (45º), pero bueno. No pegué tan bien como lo venía haciendo", reconoce Romero, y vuelve a destapar un viejo misterio del porqué del magro '09 y '10. "Ah, vos querés que te cuente por qué me arrastré, ja. A fines de '08 estuve con una tendinitis en un codo y decidí jugar los torneos de la FedEx. Fue mi peor error. El dolor era insoportable, hasta lloré en la cancha. Quizás por una cuestión propia del cuerpo, desarticulé mi swing. Me costó muchísimo encontrarme. En Córdoba, probando, volví a mi sensación", dice y minimiza el hecho de estar cerca de jugar los cuatro Majors de 2012. Para eso, deberá llegar hasta Atlanta, la última parada, donde jugarán 30 rentados. Hasta ahora, "Pigu" tiene asegurada su participación en los dos primeros: The Barclays y el Deutsche Bank Champioship. "Si estas semanas van a ser las más importantes de mi vida, no creo. Quiero volver a estar dentro de los 50 del mundo; quiero estar, pero veremos qué sale", confirma sin peros Andrés.
Lo bueno de entrar en la parada final tiene su lado malo. El Abierto del Norte inicia a fines de septiembre y "Pigu" recién estaría volviendo sobre la hora. "Estaré llegando martes o miércoles de esa semana", marca límites sabiendo que el campeonato se inicia acá el jueves.
- Entonces, ¿llegás o no al Abierto? Porque si te va bien, los sponsors no te van de dejar venir...
- Obvio que sí. Estoy o estoy, lo lamento por los patrocinadores, yo me tengo que volver. De última, si todo sale redondito como espero, los invito a Tucumán y hacemos todo, publicidades y demás, desde acá. Les pago pasaje y estadía completa, ja". El que avisa no traiciona.
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